viernes, 11 de mayo de 2012

Insignificantes como tales.

Llega un momento en el que parece que el mundo ya no tiene nada nuevo que ofrecer, que ya no sorprende que la vida del día a día te presenta cosas normales, que ya no asombran. Pero si lo piensas te darás cuenta de que eso no es así, que lo único que pasa es que perdiste tu capacidad de asombro, no hablo de monotonías, hablo de hasta el punto que las cosas nos pueden parecer normales. Un gran filósofo piensa que hay dos tipos de personas, aquellas con capacidad de asombro y las que lo han perdido. ¿Te has dado cuenta alguna vez de que solo los niños pequeños tienen esta capacidad? Solo las personas que no se aferran a lo cotidiano conservan esta capacidad. Las que lo han perdido no tienen la suerte de ello, ya que, si lo piensas hasta lo más insignificante puede ser sorprendente. Por ejemplo, uno no sabría valorar lo que es estar sano si no hubiera estado nunca enfermo o es necesario pasar hambre para valorar lo que es estar saciado. Los que piensan así, se darán cuenta que el día a día puede ser maravilloso, otros muchos pensaran que es una bazofia. Los que gozan de esta capacidad son aquellos que por muy insignificantes que sepan que son en el universo, quieren verlo todo desde arriba, y poder decir "esto es sorprendente", solo estos saben valorar lo que es vivir, lo que es el mundo, solo ellos pueden decir que merece la pena vivir.

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